Hace ya medio siglo nos envolvemos en esta paz,
y no escribo, porque nada está roto.
No es suficiente el grito para que explote hacia fuera y se remueva la felicidad. No sirven los alegres llantos instantáneos ni querer crear el poema más lindo que nunca voy a escribir. No alcanzan las manos para tocar un cuerpo que nos traspasa y nos cruza el alma si sus ojos se nos posan en el mismo momento, helándonos, asfixiándonos (siempre dulce siempre vivo) y dejándonos con las pupilas llenas de flores y el agua rebalsándose por la boca porque el mar ya no es suficiente para inventar la metáfora más rebuscada para explicar un amor.
No sirven las cartas escritas ni las palabras que se dicen y que viajan desde uno al otro, pero el otro nunca entiende, el otro no puede entender lo que decimos por más que nos ame. Y agarras un hilo cosiendo mi infancia con mi juventud, pasando por esta etapa adulta que se nos escapa ante las manos por la intensidad y la luz, incandescente, ardiente, apabullante esta realidad donde nos movemos y desplazamos como alguien que encuentra y no busca nunca más porque no precisa, porque tiene la infinidad sobre los labios y la inmortalidad en los ojos. No puedo hablar más, no puedo hablar mejor cuando digo que sufro levemente porque no te gusta la poesía ni las metáforas y yo no sé explicarte de otra forma, no puedo decirte de otra manera que tu llama quemó afablemente una habitación que nunca existió, levantando ese muro infranqueable que da calor pero sin arder.
Escribo y me digo, convencida, que tus manos son mucho más que un poema de un escritor que yace sobre su tumba hace tanto.
Y tampoco alcanza compararte con el atardecer más descomunal que florece todas las tardes en esta ciudad por la que caminamos y vivimos y nos enamoramos porque tu inmensidad cubre sin saberlo y sin quererlo todo aquello que vive y existe, no me sirve escribir infinitos poemas sobre la ternura que emerge cada vez que miro tus ojos que son como flores silvestres y puedo meterme en ellos acariciando la utopía más deslumbrante, no sirve querer escribir lo que se siente pensar en tu voz mientras escucho la canción que alguien hizo una tarde lejana en algún lugar llamado quizás Mosset donde hay gente y gaviotas y mares y puentes, tantos puentes el nuestro, como el nuestro pero realmente nunca como el nuestro, el nuestro sobre todos, el nuestro mejor que todos.
Rayueeela, qué bonito verte de regreso. Te pasa como a mí, que sin dolor no sale nada, qué dilema eh, a veces prefiero tener dolor siempre para satisfacer el gusto literario. Me alegra que estés en paz y qué andas envuelta de amor.
ResponderEliminarSaludos, Nahuel.
¡Cuánto perfume!
ResponderEliminar(Soy Natalia, un poema o tal una gitana)
¡Cuánto perfume!
ResponderEliminar(Soy Natalia, un poema o tal una gitana)
Y qué bonito escribes, y cómo me he identificado.
ResponderEliminarSaludos, Anna