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NAVEGAR SOBRE LAS MANOS

domingo, 18 de diciembre de 2011

- Y porque lloras en los lugares en los que nadie llora, y los domingos te pones a comer mandarinas mientras haces galletas y compones canciones para alguien como yo y a veces no me lo merezco, y si pasa eso, entonces son tristes. Y porque me llamas por teléfono para despertarme y contarme emocionada que viste un vestido azul en la tienda de al lado de tu casa, o que anoche lloraste toda la noche con una canción que encontraste en los vinilos viejos. Y además de todo eso, porque me contaste que enfrente de casa hay una tienda que vende ropa de bebe y hay una mantita con el nombre de nuestra futura hija y le sacaste una foto y ahora me esta llegando y me dan ganas de abrazarte. Y porque te encanta escribir notitas por todos lados y cartas que junto en este cajón y que a veces lo abro y es como respirarte. Y por eso y mil cosas más hoy no hace tanto frio aunque todo el mundo ahi afuera se congele.

miércoles, 14 de diciembre de 2011

incendios.

- Y voy a comprarte flores, me voy a sentar a esperarte en ese aeropuerto donde la gente siempre es tan triste, seguramente tendré que leer muchas revistas porque tu vuelo se retrasará, y estaré pensando en donde vamos a ir a cenar esta noche. A lo mejor te compro jazmines, una vez me dijiste que te transportaban a tu infancia, a tiempos mejores. Te llenaria todo el aeropuerto de jazmines, pero tampoco queremos que me echen ni que esto termine en comisaría, asique por el momento solo será un ramo. Y seguramente después te lleve por mis calles y a mi casa, y te haga una comida rica mientras cantas a gritos. Vas a llenar esta ciudad de color y cuando vuelvas a subirte a ese avión para irte de nuevo posiblemente me rompa y termine por dejar de respirar.

domingo, 11 de diciembre de 2011

Estamos desequilibrados.  Escribimos para nadie.
Llegas a casa y con los mismos ojos cansados que veo cuando te miro, dejas el abrigo y las llaves y buscas desesperadamente esa guitarra.
Tocas acordes vacíos. No lloras. No sabes llorar. No podés llorar por esas cosas que ya están oxidadas. Pero duelen. Están ahi. Los recuerdos te tocan y te besan y te terminan escupiendo. No sabes como empezar a escribir esa canción que nadie va a escuchar.
Mientras haces todo eso yo escribo esto y a lo mejor todo está ocurriendo en el mismo momento y nunca voy a saberlo porque ni siquiera tengo valor para llamarte. Preguntarte si todavia tenés tanto frío. Si vamos a nuestro parque. Si aún nos queremos. Qué has comido hoy. Si tus sábanas siguen frías. Si el café se te volcó sobre esa carta que nunca me escribiste.
Esta historia esta dentro de un triángulo que está dentro de un círculo y nos chocamos con las paredes de todo eso, con lo fácil que sería salir, cruzar la calle, mirar las vitrinas de las tiendas mas viejas de madrid, imaginar como seríamos si hubiéramos nacido en los 70.

A lo mejor ya no tocas la guitarra. Quizás dejaste de componer canciones hace mucho.
Tal vez debería dejar de escribir todo esto y hacerme un té.

lunes, 5 de diciembre de 2011

maldita dulzura la nuestra.

Yo era la que sostenía tus miedos cuando se desequilibraban, la que te esperaba a la salida de un colegio al que nunca fuiste, la que subía a trenes sin saber el destino y la que te llamaba por teléfono y no paraba de hablar mientras reías y me decías que respirara, la que un día lloraba sin parar en el retiro mientras preguntabas por qué, por qué todo esto? Y me ponias James Blunt mientras mirábamos juntos las estrellas después de darte ese sobre con todas las cosas que jamás pude decir. Fuiste el que venía en bicicleta a las 3 de la mañana para escuchar Paolo Nutini en cualquier calle perdida de madrid, en esas donde no había gente y podíamos fumar tranquilos, eras el que tocaba la guitarra cuando el mundo se venía abajo. Eras el que imitaba mi acento y se hacía el dormido cuando hablaba demasiado. Eramos los que no somos. Eramos el humo del cigarro que hoy no fumamos, todas esas cosas que quedan ahi, creo que en algún momento fuimos todas esas personas que no son felices y toda su felicidad nos pertenecía y éramos reyes.
Fuimos todas esas peliculas de drama con final feliz que las adolescentes ven un domingo por la tarde llorando y deseando que alguien que las salve.
Ahora vivimos chocándonos contra cristales. Cada uno está de un lado y esa línea que nos separa es tan fría.

Daba igual que llovieran cristales a veces, que tu pelo estuviera despeinado, que me tocaras la espalda por abajo de la ropa aunque hiciera tanto frío en ese parque que nos vio nacer.