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NAVEGAR SOBRE LAS MANOS

sábado, 3 de enero de 2015

la poesía,
        mi poesía,
una casa abandonada,
en donde no le abro las puertas a nadie,
                        mis poemas,
                                mis hambrientos poemas,
añorando palabras que no saben escribirse,
pero que corren detrás del sentido
para que alguien las abrace,
                        mis finales,
                                 terribles finales,
que se escriben y se suceden
solos mientras yo
               miro
               y corro para que no me alcancen.


Se deshizo - finalmente -
el año de la muerte inequívoca
los aullidos que resonaban
en una habitación cuyas puertas
estaban vaciadas
de espasmos floridos,
el amor trizado como un puente,
la lenta muerte dolorosa
de la infamia enredada en tus párpados
los brazos rotos de tanta fuerza
para matar la debilidad de las cosas
que no tenían dirección.

El año imborrable,
el año que al principio era ávido
se fue borrando como la ceniza marchita
de los cigarros de tantos poetas
que mataron dulcemente sus pulmones
hasta quedar exhaustos.
Los días del horror,
de la lluvia, de gritos
de ruidos
que me miraban
como exclamando
como queriendo decir
¿por qué, pequeña,
llorás asi esta noche?

El año impronunciable del amor
eterno,
y muerto dentro de su eternidad podrida
y de los últimos besos por la mañana
y de mañanas corrompidas por las noches
opacas y grisáceas de tanto ansiar colores brillantes
los últimos días de dosmilcatorce,
la frialdad de tu mirada en mi espejo
aún
todavía
a veces,
tu mano haciendo algo
indescifrable en mi escritorio
mientras miro desde la otra punta de la habitacón
aún
todavía
a veces
tus ojos sangrando
el perdón
que nunca saldrá de mi espalda,
y mi pelo,
enrededado,
en lágrimas,
por un año irrefrenable
que se deshizo,
y al fin,
y por siempre.





tengo pánico de escribir
de leerme dentro de veinte años, 
de que las palabras me corten más que ahora
de no re conocerme
de no conocerme
aún
de vivir esperando escribir el poema 
de mi vida
de no lograr escribir todas
esas palabras
que cada noche
vienen y me hablan y lloran
y se mueren de miedo como yo.
Y también el miedo
a no reconocerte dentro de todas
estas palabras
dentro de muchos años
cuando aún esté enfrente de una máquina
extenuada y cansada,
tanto o más que yo
 miedo de
cuando vea al dolor de hace años
desde lejos
 no sea otro
pero no me parezca 
extraño y todavía sea
familiar
todavía sea mío tuyo
pero sobre todo mío
y sobre todo el horror
de seguir escribiendo para nadie
aunque esto pasa 
de hace tanto,
que escribo y no pretendo
nada. 


Una vez te vi con las manos mojadas
secando a la mujer que era antes,
mientras yo le rezaba a un
árbol marchito.

Te vi ser joven y mirar
fijamente a través de mi pelo
el rostro de mis viejos amantes
y odiarlos y renegarlos

Eras un dragón incurable,
incendiabas mis dientes,
mientras yo miraba
el temblor del futuro
que nos miraba
desde unos ojos inertes.

Años más tarde
la muerte
la lente muerte deslizándose
sobre un año impronunciable,
sobre una cama mojada y harta
de no existir, de no ser,
una muerte imprecisa
que todavía aún
late y vive irrevocablemente.


llega el dolor
que tiene la suavidad de tus manos
apacible, descalza, acostada
en una cama sin amor,
a través del humo veo
la lucha de un tiempo atrás,
tu sonrisa rompiéndose,
pero sangrando yo .