No tiene mucho sentido hablarte, hablar de vos como el hueco ruidoso que sos dentro de esta casa, hablar de vos como la nube amorfa o como ola que nunca se rompe, digamos, absurdo hablar de vos con todas esas metáforas que te tranquilizaban y te acercaban al mundo, nunca tuvo sentido, imaginate si va a tenerlo ahora, a estas horas, hablar de vos, pequeño pájaro que vive desesperadamente buscando las alas que perdió cuando volar se volvió caida y recaída, vos que terminás siendo un síncope después de tanta cotidianidad y costumbres herméticas y vacías, qué sentido puede tener explicame, que hable de vos, hablar de vos pero desde mi, con tu boca y tus manos en mí, que son las que escriben en esta máquina pero sólo a través de lo que mis ojos vieron cuando el desorden nos separaba a distancias exorbitantes, pero es tan fácil despertarnos de tanto soñar y tanta noche, de esas que son noches desde hace una semana, y pensar, sobre todo pensar que en estos momentos estarás volando incurablemente por las tibias hojas de Paul Éluard y seguidamente por Hesse o Jacques Prévert, y que a lo mejor el café se te volcó sobre tus apuntes de cubismo y Marcoussiss y Blanchard, o quizás arrepintiéndote, de tanto en tanto, de haber comprado esa televisión que vive apagada -porque hace rato perdimos la capacidad de ver- esa en la que veíamos películas suecas que nadie conocía, en las que los amantes hacían el amor mientras nosotros comíamos chocolates con ojos apáticos y escépticos, indiferentes a tanto placer y tanto sexo, porque ya estábamos tan lejos de todo, lejos de la órbita que a veces nos acercaba incandescentemente y nos alejaba y nos volvía acercar extintos, haciendo de todo un big bang, una retención y una huida, un choque y una liberación, un escape, una fuga, una excarcelación de lo todo lo que solíamos ser(y qué solíamos ser.)
Cierto, hoy te quedaste sin manos de tantas despedidas y renuncias, y con ese vacío inevitable intentabas coser alguna mínima esperanza de que algún día el amor sea, el amor llegara a ser, el amor te librara y no te condenara como lo hago yo desde aquí, eterna sentenciadora; Porque era verdad que yo fui la que activó el relámpago que desencadenó todo el incendio. Y cómo explicarte, que sé que a veces te mirás los párpados en el espejo que pesan como el cemento bajo la piel, y sólo ves que hay ceniza exenta y frases por tu habitación que reiteradamente desembocan en lo mismo, en la nada, en la carencia, en el sinsentido de escribir para alguien, de que alguien escriba para nosotros, de que las palabras fluyan y naden por un sinfín de días incoherentes e insensatos, pero vos sabés , de la misma manera que lo se yo, que todo el sinsentido gira en el mismo punto transformándose en una dulce y violenta adherencia, un afinidad, una interminable unión dentro de todo caos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario